PILAR CONESA – EXPOSICIÓN 2010
Si cualquier trabajo artístico es un retazo de la vida del autor, una muestra tan extensa como la que presenta Pilar Conesa es casi una autobiografía. La vida en su obra no es una vida al desnudo, descarnada y provocativa, si no que es una vida entrevista a través de una infinidad de veladuras para las que se ha valido de una rica gama de colores, sobre todo, cálidos. Ahí está su mundo, sus creencias y sus obsesiones, o lo que nos permite ver de ellos; porque otro de los componentes es el juego con el espectador, al que trata de implicar en la obra, conduciéndolo hacia el interior del cuadro, que deberá dar respuesta, o no, a varias de las preguntas que se susciten; también la ambigüedad es parte del juego.
Desde los manieristas y barrocos la pretensión ha sido llenar el cuadro porque empiezan a considerar que todo él, hasta los bordes, es una obra completa. Además de lo que se representa, interesa lo que lo envuelve, la atmósfera. Pero la dificultad está en no dejar zonas falsas, de relleno. A Rubens se le considera el gran maestro en concebir el cuadro -todo él- como una totalidad. Pilar Conesa llena bien sus cuadros. Y eso que no va buscando ejes compositivos y motivos centrales que irradien hacia los extremos. Este efecto de plenitud se multiplica cuando los monta como un gran políptico, donde cada obra conserva su autonomía, y que, al mismo tiempo, puede formar, sin inconvenientes, parte de un todo unitario, como un. gran fresco o mural fragmentado.
Para curarse de tanto ejercicio de color, Pilar Conesa se ha introducido en el grabado, donde se obliga a someterse a la línea y a depurar el dibujo para, posteriormente, desdibujarlo todo según convenga. La cara opuesta del trabajo sobre el lienzo o la tabla, donde prima el color, para colocarse bajo la severidad de la monocromía. Gana en intensidad y en fuerza expresiva, por la veracidad de los elementos y la limpieza de la estampación. A veces, por la libertad que le caracteriza, introduce toques de color en ese espacio austero; es como si enjoyara el blanco y negro del grabado.
Pilar Conesa muestra su mundo. Un mundo de color, con bastantes tonos festivos, y el contrapunto del grabado, limpio y más racional, con una clara pretensión: no apearse de la juventud.
Luis Martínez Lorente